sábado, 3 de abril de 2010

YO TINTAN


Hace algunos minutos abrí mi cuenta de hotmail para matar como siempre esa perversa curiosidad que a uno lo invade, cuando los cincuenta ya son un maremoto devastador y cuyas víctimas se cuentan por millones de segundos que dejé de vivir buscando la felicidad por el camino equivocado.

En esa infinita lista de correos que incluyen noticias que no me interesan, celebraciones que no celebro, saludos que no recibo, recados que no recuerdo, enhorabuenas por el nacimiento de algún niño que viene a este mundo de locos, felicitaciones por cumpleaños sin baile, comida y trago, discusiones bizantinas, invitaciones a tal o cual reunión a las que nunca asisto y tantas pero tantas expresiones de lo aburrido que es vivir en la aldea global, encontré del buen Huguito, mi compañero de carpeta en aulas universitarias y hermano siempre, un folosófico saludo promocional por el día del Abogado.

Caramba me dije, ayer fué mi día y ni siquiera Argus, Lulú y Syssi, que son los seres con quien más comparto mi tiempo libre y el ocupado también, y que gracias a Dios no son seres humanos ... me han saludado.

No sé cuanto importa mi profesión en el mundo, ni cuan interesado esté en aportar como abogado para que este valle de guerras y traiciones mejore, lo que si sé, y lo digo con el egoismo atrevido y cincuentón de un bohemio, es que no me voy a inmolar por nada que no sea un buen trago, una suculenta parrilla o una de esa noches en la que una piel dulce de veinte años puede hacerte por unos momentos olvidar diez lustros de amor y desengaños, dice el poeta.

Pero de tanto tiempo en el ejercicio profesional y también poco profesional, siempre recordaré aquellos increíbles años de Tin Tan, Tinterillo, como lo coligieramos con el buen Edgar Salas, sí, aquellos tiempos en los que decides ser un letrado sin haber obtenido el título profesional, en los que te conviertes en una perseguible y despreciable cucaracha con un sólo terno, sudando en verano y temblando en invierno, en un arlequín con corbata prestada, en un prestidigitador de máquina de escribir de Azángaro.

Recuerdo el infinito desarrollo de recursos para recursearse alguito, como por ejemplo aprender a leer rápido y al revés, ya que los secretarios parece que disfrutan cuando ven a un joven egresado intentando engañarse a si mismo que es abogado y negándole la lectura del expediente una y mil veces.

Eran tiempos tan marginales, que si sólo agradecieras a aquellos compañeros que te dieron una manito, como prestarte su sello o soportar que se te pasó el plazo de una apelación, realmente te quedarías con muy pocos amigos, y no estoy dispuesto a ser expulsado de mi promoción por infraterno, eso sonó bonito mi estimado Celso, por decir que no puedo considerarme amigo de todos, ni siquiera de la mayoría, aunque me caigan muy simpáticos y les tenga sanmarquino aprecio.

Por supuesto que existieron de los otros, claro de aquellos que a pesar de verte tan necesitado, te timaban con las ayudas para agilizar alguna acta adicional de un curso cuya nota se perdió o acelerar el trámite de tu bachillerato que nunca llegó por su intermedio, a pesar que se quedaron con lo poco que ganaste esa semana, a ellos mis recuerdos siempre y si la vida les ha dado felicidad, enhorabuena, que les dure.

De algo estoy seguro, que de los hoy experimentados letrados que somos, muchos están en buena posición, pero ninguno ha hecho fortuna, porque no conozco a nadie que esté casado con una top model, porque para ese lujo si hay que tener plata de verdad.

A mis alumnos, a los que han optado por el ministerio de la defensa en juicio, artesanal y creativo quehacer, este testimonio, recuerden que el tiempo de egresados, en el que se dediquen al antiguo oficio del tinterillo, será el tiempo en que conocerán a sus amigos por siempre y para siempre.

Suerte a todos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario